El siguiente texto fue escrito hace un año leyendo el texto Ghosts of my Life de Mark Fisher, con las fotos End of an Age de Paul Graham de fondo y sonando en los cascos Melancholia de William Basinski…
Ghosts‘n Goblins
A la memoria de Mark Fisher
Esto no es ningún lugar, y es para siempre
(…)No hay tiempo aquí, ya no más…
Sapphire and Steel, J. Hammond, ITV, 1979.
You are in No Man’s Land. Which never moves, which never changes, which never grows older, but remains forever, icy and silent
No Man’s Land, H. Pinter, 1974.
You died
Dark Souls, H. Miyazaki, 2009.

Berlin.
«El tiempo se ha mezclado y confundido sin ningún sentido» (Fisher, 2014). El anacronismo, el escurrimiento de períodos y su yuxtaposición, es el mayor vector de la producción cultural contemporánea (remakes, vintage, retromanía…). En End of an Age de Paul Graham (1999) el acto fotográfico ha conducido a una serie de jóvenes al éxtasis: el tiempo se detuvo en medio de una noche de fiesta.
La fotografía ha devenido la unidad mínima de la cultura visual contemporánea.
La fotografía lleva implícita esta potencia, detiene un instante en el pasado, lo expone en futuro, es revisado en el presente. Para Jonathan Sterne, Media Theorist, «“el tiempo fotográfico” es el «retoño» de una cultura decimonónica que acababa de inventar el sistema de enlatado y la taxidermia» (Reynolds, 2010). El retoño, el hijo pequeño (el que rompe y se enfrenta a los primogénitos mayores), ha devenido la unidad mínima de la cultura visual contemporánea. La fotografía es el fragmento irreductible de la cultura actual. Si ella era retoño de una cultura de la taxidermia y la victoria sobre «la posibilidad de que nuestras voces fueran alguna vez escuchadas por «los todavía no nacidos»»(Reynolds, 2010); la fotografía, estructura toda una cultura que mantiene en su subconsciente la cristalización de un acto pasado para ser descomprimido en un futuro.

Berlin.
Las fotografías de Paul Graham dejaron a una serie de jóvenes vagando por una tierra de nadie. Algo así como los personajes de Outward Bound de Sutton Vane, donde siete personas se encuentran en un transatlántico en medio de la nada hasta que descubren que están en el limbo a la espera de saber si van al cielo o al infierno. La suspensión temporal es también el espacio donde opera Hirst, el personaje principal de la pieza de teatro de Harold Pinter de 1974, No Man’s Land. Hirst «se ha retirado a “la tierra de nadie» (No Man’s Land), ajeno al mundo, tanto desde el punto de vista espacial como temporal con una única compañía, sus propios recuerdos» (Fisher, 2014).
«You are in No Man’s Land. Which never moves, which never changes, which never grows older, but remains forever, icy and silent».
Esta es la historia de esta serie de jóvenes y Paul Graham. Esta es la historia de la fotografía. Y aunque, como dice Mark Fisher: «la confusión del tiempo, el montaje de épocas pasadas ya no es más digna de ser comentada» (Fisher, 2014), mirando las fotografías de Paul Graham esta idea orbita en mis especulaciones. Esta forma de producir a base de desplazamientos temporales «está hoy tan expandida que ni siquiera la notamos» (Fisher, 2014). Se suele utilizar la metáfora de que la fotografía “congela un momento”, lo hace eterno. En este caso los cuerpos de estos cuatro jóvenes fueron congelados en un momento en medio de una noche de fiesta, en salas de los noventa inglesas y berlinesas. Es fácil especular -por su ropa, por su edad y por las pupilas de sus ojos- que estos chavales fueron retratados mientras sonaba música techno. Esto también se puede entrever si hacemos un análisis del título de la serie End of an Age que se refiere, entre otras cosas, al momento del cambio de paradigma musical entre el Rock y el Techno.
La extenuación a la que somete el Techno a sus oyentes acaba diluyendo tiempo y espacio.

Berlin.
Fotografía, Techno y suspensión del espacio-tiempo… (puesto así me parece hasta redundante)…
La discoteca ha sido un espacio de huida y suspensión temporal. Entendida como una máquina de lo fantástico: luces, sonido, arquitectura y ornamento están pensadas para actuar como un dispositivo inmersivo de evasión total. La percepción se dilata y lo real deja de tener sentido. La diferencia para Simon Reynolds entre Rock y Techno es que el Rock aún está ligado al significante de la voz y el texto, mientras la segunda es una música que a base de repeticiones y automatismos pretende crear una sensación de ambiente (Reynolds, 1998). Los ritmos del Techno extenúan la percepción temporal hasta que el cuerpo del oyente se desplaza a través de un viaje introspectivo. El Techno no se baila en pareja, ni en grupo, se disfruta desde la evocación individual. La repetición como estructura fundamental viene a proyectar aquella frase de Hume: «la repetición no modifica nada en el objeto que se repite, pero cambia algo en el espíritu que la contempla» (Deleuze, 1968). La extenuación a la que somete el Techno a sus oyentes acaba diluyendo tiempo y espacio.
La repetición según Deleuze opera a través de «casos idénticos o semejantes pero independientes que se funden en la imaginación. La imaginación se define aquí como un poder de contracción: placa sensible, retiene el uno cuando el otro aparece» (Deleuze, 1968). La imaginación, la placa sensible, se vuelve un espacio bombardeado por los ritmos incesantes de una canción como Energy Flash de Joey Beltram. Esta placa se funde después del sometimiento prolongado a la contracción de pasado-presente-futuro haciendo que la noción del tiempo poco tenga que ver con la realidad.
«El tiempo no se constituye más que en la síntesis originaria que apunta a la repetición de los instantes. Esta síntesis contrae los instantes sucesivos independientes los unos de los otros. Constituye así el presente viviente. Y el tiempo se despliega en el presente. A él pertenecen el pasado y el futuro; el pasado, en la medida que los instantes precedentes son retenidos en la contracción; el futuro, porque la espera es anticipación en esta misma contracción» (Deleuze, 1968). Una discoteca inglesa (valenciana o berlinesa) de los años noventa era un espacio donde perderse y huir de la realidad. Las fotografías de Paul Graham son testigo y evocación de un pasado viviente.

Berlin.
Esa nostalgia de la última canción de la sesión del sábado, esa nostalgia del atardecer en el after…
Los protagonistas de End of an Age permanecen tanto como Sujeto como Objeto: no solo es la imagen congelada, sino también un objeto testimonio de un tiempo, algo así como una ruina para una arqueóloga. Sin embargo, hay una indiferencia frente a ser objeto tanto como para ser sujeto. La indiferencia, naturalmente, es actuada: oculta la ansiedad de la huida constante de la realidad. Hay además un componente nostálgico en sus miradas. No solo indiferencia, sino nostalgia. Esa nostalgia del punto álgido del subidón de las endorfinas producidas por la droga sintética que sabes que no va a durar para siempre, esa nostalgia de la última canción de la sesión del sábado, esa nostalgia del atardecer en el after…

Una nostalgia por ser fotografía y no cuerpo. Por ser imagen y no realidad. Una melancolía porque ese momento, ese End of an Age sea eterno. Puede que este haya sido el titán que nuestra cultura occidental moderna ha tratado de combatir, la muerte y la perpetuación eterna de actos y gestos. Querer mantenerse inmortal en un Olimpo llamado Museo, Fotografía, Historia o Cultura. Vencer el desfase temporal como un personaje de San Junípero (Black Mirror, 2016). En el capítulo de San Junípero tu avatar virtual continua la vida mientras tu cuerpo yace muerto (¿no pasa eso cuando me voy a dormir y mi usuario de Facebook continúa tejiendo relaciones y algoritmos mientras yo no estoy delante de la pantalla?). La cultura occidental ha querido que los fantasmas cobren vida y la tecnología nos relega a imagen para ganar la batalla al olvido. Tanto los personajes de Paul Graham como los de San Junípero o No Man’s Land de Harold Pinter tienen una presencia fantasmagórica. Son representaciones virtuales pasadas aludiendo constantemente a su desfase temporal. Igual que la piedra Roseta en el British Museum o el Guernica en el Reina Sofía.

Berlin.
La cultura occidental ha querido que los fantasmas cobren vida y la tecnología nos relega a imagen para ganar la batalla al olvido.
Para Frederic Jameson, esta idea de representaciones virtuales que aluden a un pasado acaban construyendo un modo de producción al que el teórico nombra como modo nostalgia. El modo nostálgico subordina la tecnología a la tarea de renovar lo viejo. El anhelo (nostalgia) es el deseo de una forma. Este modo nostalgia es el que hace que Kevin Systrom, creador de Instagram, piense que, para hacer una App de fotografía fácil, el color de las capturas que se subirán a la red se basen en la saturación del color de los carretes Kodak de los 70s. El ser como una presencia idéntica a sí misma.
«Lo importante del espectro es que no puede estar completamente presente: no es un ser en sí mismo, pero señala una relación con lo que ya no es más o con lo que todavía no es» (Deleuze, 1968). El tiempo se ha quedado fuera de quicio. Algo así pasa cuando escuchamos el LP de William Basinski: Melancholia. Basinski trabaja una serie de abrumadora melancolía. Sobre la melodía de sus canciones se suele escuchar un crepitar espeluznante. Este sonido yuxtapuesto viene del rascado de la aguja sobre el vinilo pese a estar grabado en CD-ROM. Melancholia es una pieza fascinada por el modo en que la tecnología materializa la memoria y la obsolescencia de aquella cultura material pasada del vinilo. «El crepitar de la aguja nos hace conscientes de que estamos escuchando un tiempo fuera de quicio» (Fisher,2014). Este espectro fuera de quicio es algo a lo que la fotografía hace referencia ontológicamente.

Berlin.
No sé si has escuchado Melancholia pero deberías ver las fotografías de End of an Age con los sonidos de Basinski retumbando en tu cabeza…
NOTAS AL PIE:
Sobre las citas: el texto se pensó y se produjo sin explicitar las citas, sin pensar en el detenimiento para la lectura que supone la intromisión de la propia cita. Sin embargo, dada la cuestión sobre la representación del pasado en el presente divagada en el texto, entiendo que el hecho de incrustar la cita en la narración resulta interesante por como la cita puede equipararse a la fotografía como una sustancia que trae una lectura del pasado al presente. Toda cita es pasada, todo texto es pasado, solo la lectura y algunos momentos de la escritura son presente.
Las citas responden a:
Fisher, 2014: FISHER, Mark: Ghosts of my life: writings on depression, hauntology and lost futures. Winchester, UK: Zero Books (2014)
Fisher, 2015: FISHER, Mark: Lo raro y lo espeluznante. Barcelona (2015)
Reynolds, 2010: REYNOLDS, Simon: Retromania. UK: Faber and Faber (2010)
Deleuze, 1968: DELEUZE, Gilles: Différence et Répétition. Madrid: Amorrortu (2011)
Sobre la investigación: repasado el texto y contrastado con la distancia temporal de unos días y meses creo que es interesante hacer una crítica al propio texto. Todos los nombres citados, trabajados y especulados son hombres, incluyéndome a mí como autor. Tal vez, este tema de la evocación y la reproducción del pasado solo interese a aquellos sectores ya consolidados y que gozan de una visibilidad (contemporánea e histórica). Tal vez, estas cuestiones de perpetuación y retrotracción intrigan menos a aquellos cuerpos sociales que aún deben luchar por una visibilidad en el presente, ya que la perpetuación de la historia (como la de los nombres que la trabajan) siguen creando visiones genealógicas que invisibilizan identidades, gestos, opiniones… Por ello, este texto puede entenderse como una suerte de fracaso, ya que si de algo sirve la investigación, la especulación, el arte y la crítica es para crear disrupciones que alteren la realidad y sus construcciones.